Pero el destino me tenía preparada una sorpresa, y descubrí que era padre de una niña que no sabía que existía. Desesperado, contraté, sin verla antes, a una niñera que tenía excelentes recomendaciones. Cuando ella llamó a la puerta de mi ático, abrí para encontrarme con Maggie al otro lado.
Ver cómo Maggie cuidaba tan amorosamente de mi hija me hizo querer aprender a ser buen padre. Pero tener a Maggie tan cerca era peligroso. Era un terrorífico rayo de sol que amenazaba con derretir mi helado corazón.
La necesitaba para mi niña.
Al menos, eso era lo que me decía a mí mismo...
Hasta que fue demasiado tarde.
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